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5 formas en que la pandemia de COVID-19 ha afectado a la salud mental

La pandemia ha afectado a la salud mental de la población mundial de más formas de las que nadie podía prever cuando comenzó la crisis. En este artículo, analizamos las principales repercusiones y las lecciones positivas sobre el bienestar mental que hemos aprendido hasta ahora.

La COVID-19 ha provocado una crisis mundial sin precedentes en el ámbito de la salud mental, cuya magnitud probablemente no se conocerá del todo hasta dentro de unos años o incluso décadas.

En cierto modo, se trata de una situación sanitaria casi tan urgente y extendida como la propia enfermedad; de hecho, más de la mitad de los participantes (51 %) en una encuesta realizada en siete países por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) afirmó que la pandemia había incidido de forma negativa en su salud mental.

Al comentar este informe, Robert Mardini, director general del CICR, declaró: «La crisis sanitaria que se desató a raíz de la COVID-19 ha exacerbado la angustia de millones de personas. La imposición de medidas de confinamiento, la pérdida de la interacción social y las presiones económicas inciden en la salud mental y el acceso a la asistencia».

Sin embargo, parece que se empieza a ver la parte positiva de la historia. A nivel mundial, nunca se había hablado tanto ni tan abiertamente de los problemas de salud mental. Cuestiones hasta ahora poco conocidas, como la forma en que la soledad puede desencadenar la depresión y la ansiedad causada por la sobreexposición a las redes sociales, son ahora objeto de políticas públicas y de un debate generalizado.

Una crisis, tres grupos distintos

A pesar de que la crisis del coronavirus sigue afectando a personas de todas las nacionalidades, edades y clases en todo el mundo, todavía es difícil saber la magnitud del impacto de la COVID-19 en la salud mental. La doctora Sally Phillips, directora de productos y propuestas de Livewell (el servicio de salud digital de Zúrich), recomienda que cualquier análisis comience considerando los efectos de la pandemia en tres grupos distintos:

«El primer grupo está formado por aquellas personas que no sufrían ningún problema de salud mental antes de la pandemia. El segundo grupo lo forman aquellas personas que probablemente tenían problemas de salud mental subyacentes, pero no eran conscientes de ello. La pandemia puede haber empeorado su afección hasta convertirla en una enfermedad mental diagnosticable.

El tercer grupo, del que no podemos olvidarnos, lo constituyen aquellas personas con enfermedades mentales previamente diagnosticadas. Una de las principales consecuencias que ha sufrido este grupo es la reducción del acceso a la asistencia sanitaria, lo que les ha impedido recurrir a sus psiquiatras o psicólogos y obtener sus medicamentos habituales. Para algunos, por supuesto, la naturaleza de las restricciones sociales ha sido tan abrumadora que sus afecciones subyacentes también han empeorado debido a la pandemia».

Otro factor que se suma a la complejidad del panorama es la extraordinaria manera en que la transmisión de una sola enfermedad ha afectado a la salud mental y al bienestar de tantas formas diferentes. Estas son cinco de las más importantes:

1. Miedo y ansiedad

Es probable que estas emociones negativas se sintieran con mayor intensidad en las primeras semanas de la crisis, cuando, como destaca la doctora Phillips, los miedos personales aumentaron «por la cobertura mediática las 24 horas del día y las constantes actualizaciones sobre el número de personas que contraían la enfermedad y el número de personas que fallecían, especialmente en las redes sociales». Incluso con la llegada de las vacunas, no se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo pasará antes de que la gente se sienta tan segura en público como antes de la pandemia.

2. Soledad y aislamiento social

A medida que la COVID-19 se propagó entre países y comunidades, los Gobiernos implantaron confinamientos y otras medidas de distanciamiento social. Puede que estas medidas hayan conseguido frenar la propagación de la enfermedad, pero también han privado a la gente de un contacto humano vital. Un estudio realizado por la Universidad de Queen en Belfast durante el confinamiento (en inglés) descubrió que más de una cuarta parte de los encuestados (26,6 %) se daba una puntuación de 7 o más sobre 9 en una escala de soledad, a pesar de que la mayoría (71,9 %) tenía trabajo en ese momento. Como cabía esperar, estos sentimientos de desarraigo han afectado de manera negativa a la población, ya que existen vínculos claramente establecidos entre la soledad y las enfermedades mentales más graves, como la depresión.

3. Vivir en una burbuja

Conforme las medidas de aislamiento continuaban, lo que empezó para algunos como una gran oportunidad de escapar de la oficina fue ejerciendo gradualmente sus propias presiones y tensiones. «Cuando estás acostumbrado a tener un poco de espacio», observa la doctora Phillips, «estar con gente 24 horas al día, 7 días a la semana, puede resultar difícil; muchas personas no están acostumbradas a eso». En algunos casos, eso tuvo terribles consecuencias. De hecho, el Fondo de Población de las Naciones Unidas estima que los casos de maltrato doméstico habrán aumentado durante la pandemia en un 20 % (artículo en inglés).

4. Despidos y otras presiones financieras

Según el Foro Económico Mundial (artículo en inglés), 114 millones de personas han perdido su empleo debido a la pandemia de COVID-19 en 2020, y es probable que otros millones corran la misma suerte cuando finalicen los programas de asistencia como los ERTE. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que el total de horas de trabajo perdidas en 2020 supuso una caída de los ingresos laborales de 3,7 billones de dólares. Las consecuencias para la salud mental de esta catástrofe financiera, que es mucho más grave que la crisis financiera mundial de 2008, aún no se han calculado ni se conocen del todo.

5. Interrupción de los servicios de salud mental

A medida que la crisis se desarrollaba el año pasado, la falta de servicios de salud mental se convirtió en un verdadero problema a nivel mundial. Una encuesta publicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en octubre reveló que la pandemia había afectado o detenido los servicios básicos de salud mental en el 93 % de los países del mundo, aun cuando la demanda de estos servicios aumentó.

Sin embargo, aunque no se debe subestimar la magnitud y la gravedad de esta crisis de salud mental, la comunidad global también ha mostrado una notable capacidad de resiliencia en su respuesta. Los acontecimientos de los últimos 12 meses han enseñado a los Gobiernos, a los profesionales de la salud y a los ciudadanos de a pie valiosas lecciones sobre su bienestar mental que, con suerte, perdurarán mucho después de que la pandemia haya terminado.

En concreto, la sociedad ha llegado a apreciar la conexión humana y las experiencias personales del mundo real que no se pueden reproducir en línea. «No cabe duda de que ha habido algunos aspectos positivos», asegura la doctora Phillips, «tanto en el ámbito médico como en el social. Sobre todo al destacar la importancia de la familia. Algunas personas podrían haber dado por sentada la presencia de sus padres o abuelos, pero ahora que han estado tanto tiempo separados, aprecian el valor de pasar tiempo con ellos».

Lecciones de vida gracias al confinamiento

En términos prácticos, la pandemia también ha hecho que la gente entienda mejor cómo cuidar de su propia salud mental. El día a día de todo el mundo se beneficia de disponer de una estructura, así como de un mínimo de distracciones que reduzcan la ansiedad e induzcan a una sensación de control personal, aspectos que podemos trabajar para que se mantengan en el mundo pospandémico.

Los confinamientos también han enseñado a las empresas de todo el mundo a adoptar prácticas de trabajo más flexibles, lo que permite que sus empleados logren conciliar mejor la vida laboral y la personal, al pasar más tiempo en casa y sin acabar hartos de los desplazamientos diarios.

Pero, quizás, lo más positivo de todo es cómo la pandemia ha alertado al mundo sobre los problemas de salud mental más habituales, que estaban saliendo a la luz incluso antes de que surgiera el virus. Con el tiempo, la pandemia puede incluso verse como un oportuno toque de atención que ayudó a reducir el estigma que rodea a las enfermedades mentales al darles visibilidad.

Jagan Chapagain, secretario general de la FICR, insta al mundo a aprovechar esta oportunidad única para actuar (artículo en inglés): «Ahora más que nunca debemos invertir en salud mental y apoyo psicosocial para todos, tanto para la sociedad general como los cuidadores, con el fin de ayudar a las personas a enfrentarse a su situación, a reconstruir sus vidas y a prosperar durante esta crisis».

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